miércoles, 20 de julio de 2011

Una cabezona muy cabezota.

Primero, invitaros al primer debate sobre INSTITUCIONALIZACIÓN, que se dará el próximo martes 26 de julio a las 18h en la Plaza del Mercado de la Barceloneta: http://diversitatfuncional15m.wordpress.com/2011/07/19/primer-debate-itinerante-sobre-institucionalizacion/.

Una institución es un espacio u organización jerarquizada. La más conocida es la familia, donde el padre es el cabecilla, la madre la cabezota y los hijos e hijas las cabecitas.

Sin embargo, existe una institucionalización dañina que sufren muchas personas clasificadas como DEPENDIENTES, o discapacitadas. A este sector de personas, ni tan solo se nos considera cabecitas.

Por no ser consideradas ni cabecitas, ni cabezona, ni cabecillas, y eso que lo somos muy de las tres cosas, pero sobre todo cabezonas, muy cabezotas, el sistema político social nos relega al más injusto estado de objetos de cuidados y disprotección.


Una residencia es una institución dónde el gobierno es el cabecilla, el personal asalariado son los cabezones y las cabezotas, y las personas con diversidad funcional no son más que números de expedientes clasificados según su conducta: Que si eres dócil y te adaptas a las normas de la residencia, bien. Y si eres consciente de tus inquietudes, y deseos, y te rebelas contra unas normas impuestas, mal.

La contra propuesta a las residencias son los derechos humanos y la consideración de nuestras personas con el mismo respeto y dignidad que el resto de sectores, como puede ser el de la mujer, el niño, o el inmigrante. Todos y todas somos personas, con necesidades comunes y particulares.

Y por último, con dicha consideración, si en vez de invertir esfuerzos y presupuesto en institucionalizaciones tan dañinas como lo son las residencias, invirtieran nuestros políticos en vivienda accesible, asistencia personal y otros recursos mucho más funcionales y dignificados para todas las personas, una sociedad más justa, independiente y de verdadera excelencia sería posible. Porque a mi entender la excelencia equivale al porvenir de cada ciudadano y ciudadana, y sin consideración, ni justicia, pocas cabecillas, cabezotas y cabecitas vivirán.

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